sábado, 24 de agosto de 2013

¿Qué importa más, el dinero o las personas?

Vivimos en una sociedad marcada y guiada por el consumismo. El dinero puede con todo. Con nuestras preferencias, nuestros gustos, intereses, incluso con nuestros valores.

Anteponer el dinero a las personas es una atrocidad según mi opinión, pero, ¡cuántas veces he visto en la tele a personas contando su vida privada solo por conseguir dinero! Si me detengo ante esta situación y hago memoria, una vez, vi un vídeo que trataba sobre una reconocida fotógrafa que estaba trabajando en Afganistán y renunció a socorrer a una pequeña niña que iba a ser disparada por un guerrillero por tomar la dramática instantánea para ganar un premio de fotografía. Es triste pero cierto. El dinero cambia a las personas. El ser humano es ambicioso por naturaleza. Busca el propio beneficio. Lucrarse.

El dinero es el antifaz del hombre, que, cegado por éste, es capaz de hacer cualquier cosa. Materialismo en estado puro. Omisión del socorro si es necesario. ¿Da realmente el dinero la felicidad?

Todo el mundo ha sido bombardeado alguna vez con preguntas de este estilo. Ahora me toca a mí responder. El dinero no da la felicidad, pero ayuda a conseguirla. Voy a poner un ejemplo, aunque es un caso extremo. Si una persona enferma de cáncer vive en EEUU y no tiene recursos suficientes para costearse un tratamiento, muere. Quizás si tuviera dinero tendría posibilidad de vivir. En este caso el dinero da la vida y la felicidad. El dinero y la persona van de la mano. Sin dinero una persona no puede cobijarse los días de frío o calor, no puede alimentarse, estudiar...Es la base de nuestra sociedad.
La ambición de dinero, de poder, como dije anteriormente, es capaz de anteponerse a una vida humana en muchos casos, una idea verdaderamente aterradora, pues a pesar de que hay cosas que no se pueden comprar, como la compañía, la inteligencia, la amistad o un gesto de cariño, los hay que piensan que se puede lograr esto a través de la ostentación.

Muchas personas le dan un valor al dinero más allá del de cubrir las necesidades básicas o el de aportar una cierta comodidad en sus vidas. Se crean necesidades cada vez mayores. No se limitan a lo estrictamente necesario para vivir dignamente, sino que tienen un deseo insaciable de adquirir bienes y para ello, la única manera de lograrlo es a través del dinero. Pueden conseguirlo por ellos mismos o pisando a los demás para llegar a él.

Bien es cierto que personas que experimentan grandes cambios económicos en su vida, sienten una cierta sensación de felicidad durante un tiempo, pero suele durar poco. El dinero no es eterno y puede hacernos llegar hasta límites insospechados.

Según mi parecer, una vida humana no tiene precio, pues es el ser mas extraordinario que puede existir, la joya de la creación, y el dinero es un lastre, el dedo que nos ordena y la voz que nos grita superando a veces nuestra propia voluntad. La clave reside en darle al dinero el valor que tiene. No deja de ser como una piedra. ¿Qué pasaría si le diésemos valor a las piedras? Nosotros, que presumimos de inteligencia, estamos sometidos a un simple material y actuamos por y para conseguirlo estableciéndolo muchas veces el centro de nuestra vida.


Puedo concluir diciendo que hoy en día, en el mundo no elegimos entre dinero y persona. Elegimos PERSONAS CON DINERO, que al fin y al cabo, acaban acaparando el poder del dinero por un lado y el afán de superioridad que tiene el ser humano al verse con poder por otro, haciendo con nosotros lo que quieren. Eso es lo realmente importante, que al final no importa el dinero que tengas sino como te comportas una vez lo tienes.

miércoles, 3 de abril de 2013

¡Que viva la ley de ''que lo haga otro''!

Desconcertante, sí, ese es el término. Me parece desconcertante la actitud que muchas personas aparentemente ‘’maduras’’ adoptan ante la toma de responsabilidades o la ejecución de determinadas actividades que deben llevar a cabo. 
Supongo que a nadie le gusta cumplir con sus deberes cuando de algo que no decidimos nosotros se trata. Quiero pensar y, de hecho lo compruebo cada día que lo más sencillo es cumplir con la que he denominado ‘’LA LEY DE QUE LO HAGA OTRO’’.
 Es evidente, pudiéndome eludir de mis tareas, ¿para qué las voy a hacer? Al fin y al cabo siempre habrá alguien que podrá hacerlas por nosotros… Y así hacemos siempre, una vez tras otra, total, mientras nadie me eche el alto podré seguir llevándome méritos ajenos, quedando bien a costa de aquel que ‘’me cubre las espaldas’’. ¿A dónde vamos a llegar? O, mejor dicho, ¿hasta dónde puede llegar nuestro egoísmo? Primero vamos nosotros, y después, nosotros otra vez.
 No importa si los demás tienen otras tareas pendientes que dejan de lado por hacernos el favor, por sacar las cosas adelante, es más, aunque no tenga un asunto mejor que tratar, siempre será mejor ver cómo los demás trabajan por mí mientras disfruto de cómo el aire, travieso, roza mi piel que reposa tranquila en algún lugar lejos de responsabilidades, de deberes o de agobios. 
Sin duda alguna, esta ley, junto a la ‘’del mínimo esfuerzo’’ deberían recogerse en la Constitución, pues las personas las tienen más presentes que muchas otras que sí deberían ser cumplidas y no lo son.
 Imagino a los prehistóricos pasándose la bola unos a otros para librarse de enfrentarse a un animal gigante, -‘’Cázalo tú’’ +’’No, mejor que lo cace aquél’’ o a Edison diciendo que no le apetecía sentarse a inventar, -‘’No me apetece hacer nada hoy, que lo invente otro’’… 
Os animo a continuar con esta nueva ley (que, aunque inventada por mí, existe realmente desde que el mundo es mundo) con vistas a que, algún día, cuando penséis que soñar supone un gran esfuerzo y se lo encarguéis a otra persona, os cercioréis de que hay cosas en la vida que deben ser hechas por uno mismo y que dejándolas en manos de otra persona, estamos perdiendo la oportunidad de ponernos a prueba para ver de lo que en verdad somos capaces de hacer. De lo contrario, estaremos volviéndonos unos inútiles mientras favorecemos el desarrollo de las habilidades de los demás.

martes, 2 de abril de 2013

La confianza, un objeto de cristal.

Toda persona que habite la Tierra (y seguro que en otros planetas no se distancian mucho de ésto) ha experimentado la necesidad de abrir la puerta de su interior a otra persona, de CONFIARLE un secreto, un trocito de nosotros. ¿Es grandioso, verdad? 
Esa sensación de alivio que queda, que aunque efímera es necesaria e irreemplazable.
No todo ser humano es apto para guardar un secreto, y no, no me refiero a que las personas que midan más de 1.90 no puedan, o queden excluidas las de cabello moreno, por ejemplo.
Cada uno de nosotros tiene algo especial, algo indescriptible que solo ciertas personas pueden percibir. Es el tacto con el que las tratamos, las sonrisas que compartamos o los momentos que vivamos junto a los demás quizás, lo que nos llevará decididos a hacer de nuestro compañero un baúl de historias que no se pueden contar.
Pero como todo lo valioso en esta vida, debe ser cuidado con esmero, ya que la confianza es un objeto de cristal, frágil como pocas cosas. Basta con que la tiremos una vez al suelo para que se rompa en mil pedazos, pequeños como lágrimas y sea imposible su reconstrucción.
Por ello, antes de abrir ese baúl sin permiso aun teniendo la llave para hacerlo, debemos pensar si de verdad  vale la pena sacar lo que hay dentro sabiendo que no volverá a entrar nada más. Un baúl vacío no sirve para nada.
No debemos confiar tampoco en aquellos seres que dicen ser tumbas, tendiéndote así una falsa mano que desaparece cuando la vas a agarrar. Hasta las tumbas mejor cerradas pueden ser abiertas con las herramientas adecuadas.
No hay baúl en este mundo lo suficientemente seguro ni ataúd perfectamente cerrado, el cristal como mejor está por tanto, es con uno mismo o, si debe ser depositado en algún sitio, bajo tierra. Los secretos mejor guardados, no han sido nunca revelados. 

¡Que detengan el tiempo!

La vida es una constante ida y venida de ideas, decisiones, momentos... Pero en algunos momentos más que en otros.
 Un día te levantas para comenzar tu primer día en la ESO y cuando menos esperas ya estás decidiendo qué carrera escoger. Una maratón de opiniones y opciones se ciernen sobre ti e intentas visualizarte en algún puesto de trabajo, pasas los días tratando de encerrarte en ti mismo para encontrar tu ''vocación'' y asaltas mil páginas de Internet en busca de... ¿Una ayudita? 
Es entonces cuando desesperas y caes en la cuenta de que eres tú mismo y no una página web la que tiene que tomar la decisión, cuando ves que la vida se va complicando progresivamente y que tu mayor preocupación no es ya qué color de camiseta comprar, sino qué quiero que sea de mí en un futuro que cada vez es más presente.
A todos nos fascina la idea de vivir solos, de manera independiente, en otra ciudad, con otra gente, cambiar de aires, de rutina... y ahora me pregunto, a todos nos encanta imaginarlo, pero, ¿a quién no le asusta?
Para mí es cambiar mi cómoda vida de estudiante de instituto por la ''vida de videojuego'', ¿qué es la vida de videojuego? Nada más y nada menos que la cruda y áspera realidad.
Este nombre es el que he asignado a mi próxima nueva vida aunque parezca raro, y, es que no se aleja tanto en verdad. Ahora se tratará de ser el mejor, el más rápido  el más listo, el más fuerte, el más astuto o quedas eliminado, nosotros manejamos los mandos de nuestro día a día.
Qué queréis que os diga, yo no cambio mi vida actual por ninguna, más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer como quien dice, a veces tengo ganas de poner el juego en modo aleatorio, que me den solucionada la papeleta de la universidad y no tener que seguir saltando cual rana en una charca, vacilante como ninguna.
¡Que detengan el tiempo! Yo me quedo en mi cómoda cama, con mis exámenes de una hora y quejándome de vicio, que esto sí que es vida y no lo que me espera después.

sábado, 6 de octubre de 2012

¿Podemos conocer la realidad tal y como es en sí misma?


Mis ojos son los ventanales a través de los cuales penetra eso que llamamos realidad. De este modo, a través de los sentidos, es como puedo conocer aquello que me rodea e interpretarlo, la cuestión que me planteo por tanto es, ¿Aquello real, es como yo lo veo o como lo quiero ver?
Me considero una persona idealista, pues soy partidaria de que aquello que percibo no es otra cosa que una mera interpretación que mi persona realiza ante una realidad subjetiva a la que nos enfrentamos.
La inseguridad marca mi vida, me persigue la idea de que aquello que veo puede no ser así, no en su forma física, si no del modo en que mi mente la interpreta. ¿Y si hay detalles que no podemos ver y que en la realidad aparecen?
Por otro lado, para mi la realidad no existe tal cual, es solo una interpretación que un sujeto hace desde sí mismo influyendo entonces factores tales como la madurez, la edad o imaginación, aspectos que influyen mucho desde mi punto de vista, es decir, mi forma de verlo.
Esta pregunta ante la que me encuentro, supone una pequeña dificultad ya que es una realidad pero puede ser concebida de muchas formas
Nadie sabe cómo es una realidad en sí misma, por tanto no podemos luchar por afirmar que todos vemos una misma realidad cuando no sé como la ven los demás.
Mi cerebro, perfecta y virtuosa máquina transforma todos los estímulos externos como si de una potente fábrica se tratara y, con esta materia prima elabora una imagen de aquello que definimos ‘’realidad’’
Nosotros creamos nuestra propia realidad, vemos lo que queremos ver y como lo queremos ver.
Según Aristóteles, pensador realista, conocemos la realidad tal y como es. Entonces, para CONOCER esa realidad antes debe ser interpretada, por lo que obtengo una teoría idealista ante esta actitud realista. Nuestro entendimiento no es una copia de lo real sino una interpretación de ella.
En conclusión, no hay realidad concreta, común  a todas las personas. Aquello que ‘’es’’, es así gracias a la forma que mi mente le ha dado. Todo ‘’es’’ como quieres que sea.
Es cada ser un artista, encargado de modelar con su mente esa escultura tan cargada de subjetividad como es la realidad.

¿Para qué sirve la filosofía?



Deteniéndome ante esta pregunta, he decidido moldearla para llevarla de algún modo a ‘’mi terreno’’ para así sentirme cómoda tratando de ofrecer una respuesta lo más subjetiva posible, si es que la hay. Por este motivo, me preguntaré ¿Para qué sirve la filosofía? Y, otra pregunta surgida a raíz de ésta… ¿Qué supone la filosofía para mí?
Desde que tomas consciencia, comienzas a preguntarte por aquello que te rodea, tus inquietudes, tu futuro, tu destino…Es algo inevitable. Ahora me cuestiono para qué sirve la filosofía. Preguntar es de sabios, pero esta pregunta puedo relacionarla con otras de este estilo que normalmente se me plantean, como por ejemplo ¿Para qué sirve vivir? Por muy sabio que seas, poca gente conseguirá darte una apropiada contestación.
La filosofía para mí es adentrarme en otro mundo totalmente diferente, es hacerme reflexionar como ninguna otra cosa lo hace, ni el problema matemático más complejo. Me hace transformar y analizar cada uno de mis pensamientos y materializarlos, hacerlos ‘’tangibles’’ mostrándolos por escrito y como si los grabara en el aire cuando los cuento. Cada persona es la diseñadora de su filosofía, cada uno de nosotros disecciona, confecciona e hila cada una de nuestras preguntas y respuestas.
No hay cosa más entretenida que sentarte con la mejor compañía posible en los momentos de reflexión, tú mismo, junto a un lápiz y papel como únicos testigos de aquello que escribes, no importa de lo que sea. Te encuentras como en la orilla de una playa virgen, aún no descubierta y ante tus ojos sólo está el mar. Sí, el mar de las preguntas que llegan, tímidas y revoltosas hasta la orilla en la cual estás contemplando tan maravilloso espectáculo que se está celebrando en tu interior. Entonces, alertada por el fuerte oleaje de la incertidumbre te dispones decidida a atrapar una, la cual ha estado a la deriva quién sabe cuánto tiempo en la inmensidad de las aguas. Son tantas las preguntas que nuestro interior alberga y que nuestra mente acoge…
Para eso es la FILOSOFÍA, para abandonar los estereotipos y plasmar en tu papel, o en el aire, o en una pared exclusivamente aquello que circula por tu mente. Comenzar respondiendo a una de esas preguntas que navegan por el mar que contemplas…
 Para liberarte, ¿Sabes qué? Creo que si hay algo verdaderamente libre es el pensamiento, tus pensamientos. Por eso es necesario sacar todo lo que almacenas en tu cabeza para responder a cualquier cuestión.
Para ser sabio. Como dije anteriormente, sabio es aquel que pregunta, pero también aquel que trata de buscar una respuesta que ofrecerse a sí mismo.
Para ser feliz. Mi felicidad se compone en parte de conocer aquello que me inquieta. Para otros, la felicidad está en desconocer aquello que les inquieta.
Cada persona puede buscarle una utilidad a la filosofía, para mí es un “método de escape” hacia mi propia orilla, hacia mi propio mar. Por ello, y dicho esto, una vez llegada al punto culminante de mi disertación concluiré diciendo que somos navegantes en un mar de dudas, lo único que hay que hacer es estar alerta y comenzar a atrapar preguntas sin miedo. No es tan importante saber para qué, pues al fin y al cabo yo no veo la filosofía como un fin sino como el principio de un camino el cual cada persona prolonga lo que quiere y cuyo límite no puede verse porque si hay algo que es infinito es el preguntar.

jueves, 1 de diciembre de 2011

¿Filosofía o Ciencia para comprehender la realidad?

Ensimismada en una realidad que es subjetiva lucho por encontrar el mejor modelo de comprehensión de lo real. En esta batalla enfrento dos conceptos rebosantes de significado, contrarios entre sí y totalmente diferentes. ¿Comprehendemos mejor la realidad mediante la filosofía o la ciencia?
Opino que es mediante la filosofía donde podemos atrapar mejor la realidad, la mágica sabiduría, ingrediente fundamental de este bando luchador, nos hace inmiscuirnos de lleno en un universo de preguntas donde nos cuestionamos todo lo cuestionable y tratamos de responder a lo incontestable basándonos en las experiencias humanas, nada se escapa ante la audaz mirada del filósofo por muy rápido que corra, pero pueden filtrarse ideas por las grietas que la ciencia aún no ha cubierto por el contrario.
Todo, absolutamente todo, lo que ES y lo NO ES, puede ser cuestionado, incluso la ciencia. En el momento en el que dotamos de aparente respuesta una pregunta, estamos entrando en una realidad personal, única, en la que basándonos exclusivamente en nuestra REALIDAD tratamos de resolver lo que se nos plantea por medio de la reflexión.
La Ciencia parte de supuestos, de los que elabora hipótesis y teorías que como tales pueden ser inciertas, erróneas, destruidas y contrapuestas, por lo que pueden demostrarnos supuestamente la realidad, pero no nos ayudan a comprehenderla.
Para reafirmar que la Filosofía es la clave para atrapar la realidad, voy a plantear una cuestión en la que se puede comprobar que la ciencia se limita a dar una respuesta objetiva y superficial mientras que la filosofía, como muestra de sabiduría trata de pintarla de subjetividad, personalidad y vida interior atreviéndose incluso a preguntar y poner en duda la misma pregunta: ¿Qué soy? Un científico puede aportar que estoy formado por células, organismos, materia, exponer leyes y fórmulas para cimentar su tesis sin modificar la pregunta, dejándola intacta y limitándose a dar una respuesta lo más precisa posible y como dije anteriormente no siempre cierta. No nos ayuda a atrapar la realidad, simplemente a concebirla sin más y a la que acabas resignándote.
Por el contrario, un filósofo se sumergirá en la persona y buceará examinando cómo soy más allá de la simple materia que me conforma, comenzando por ¿En realidad soy lo que creo que soy? Y partiendo desde ese punto, creará infinidad de ramificaciones y subpreguntas a la inicial para tratar de aportar una respuesta que parte de uno mismo, alejándose de esas ciencias que dicen ser ‘’exactas’’ y aventurándose al enfrentamiento con uno mismo.
Mientras el científico se encuentra ante fórmulas y cálculos que tratan de analizar y comprobar diferentes aspectos de la realidad, el filósofo se enfrenta a sí mismo y la realidad tal cual es.
La Realidad actúa sobre el pensamiento humano, por lo que la Filosofía es su ‘’víctima’’ y por ello se pregunta acerca de ella, al mismo tiempo que la ciencia busca esa Realidad y la estudia.
Un filósofo no dirá nada incierto, pues cuando él profesa uno de sus conocimientos, es porque la realidad que concibe
 es de ese modo, al menos para él, por lo que está atrapando y moldeando la realidad para adaptarla a su modo de pensar.
Procederé de este modo a mi conclusión en la que reafirmo mi clara posición.
La filosofía se aferra a lo real, lo estudia y observa delicadamente, conoce sus debilidades y aquello que desconoce, que es más de lo que conoce, por lo que nunca tratará de imponer un saber, ya que es una caja que nunca se cierra, un pozo sin fondo donde podemos añadir ilimitadamente nuestra forma de ver las cosas sin temor alguno a que pasado un tiempo aparezca otro pensamiento que reste importancia al nuestro, como ocurre con la ciencia en la que pasado un tiempo surgen nuevos métodos que tratan de anular los anteriores cuales guerreros más fuertes destruyen a los más débiles en su propio ejército.
El saber filosófico, de este modo, actúa como un conjunto de luchadores cuya misión es complementarse entre sí para reforzar la milicia y ganar este enfrentamiento en el cual no existe aún fórmula perfecta por parte de la ciencia, por eso, para mí pueden más las bombas de Pensamiento Filosófico que las granadas Científicas.